¿Cómo juzgamos nuestros acontecimientos de la vida?

Popularmente lo llamamos ver el vaso medio lleno o medio vacío, tal como decía Ortega Y Gasset : Existen tantas realidades como puntos de vista, entonces, podrían haber tantas verdades como personas en el mundo. 

Todo depende de la lente con la que observamos el mundo.

Tal como refleja este cuento: 

Esta historia china habla de un granjero que vivía con su hijo en una pobre aldea. Era afortunado  porque tenía un buen caballo con el que labrar sus campos. Un día el caballo se escapó. Sus vecinos lo lamentaban: “¿Cómo trabajarás ahora?, ¡Qué mala suerte!”, pero el granjero respondió: “¿Mala suerte o buena suerte? Quién sabe…”.

A los pocos días, el caballo regresó con varios caballos salvajes. “¡Qué suerte!”, le decían sus vecinos, pero él contestó. “¿ Buena suerte o mala suerte? Quién sabe..”

Al cabo de poco tiempo, el hijo del granjero domando  un caballo se cayó y se rompió la pierna. Los vecinos le consolaban diciendo: ”¡Qué mala suerte!”, y él repetía: “¿Buena suerte o mala suerte? Quién sabe…”.

Días más tarde, el ejército reclutaba jóvenes para la guerra y al ver la pierna del hijo, le rechazaron. Los aldeanos, ¡Cómo no!, comentaban la buena suerte del granjero y cómo siempre, él les dijo: “¿Buena suerte o mala suerte? Quién sabe…”.

 

Constantemente la vida nos pone en situaciones que pueden ser contempladas desde posiciones diferentes, incluso opuestas. Depende de la forma en la que nos posicionamos, nos bloquearemos o las afrontaremos. 

Está claro que nadie está exento del sufrimiento; de algún u otro momento, la vida nos obliga a enfrentarnos, en ocasiones, a situaciones que no solamente nos parecen injustas, sino también inhumanas: el dolor  forma parte de la vida. Decía Buda: “el dolor es inevitable, pero el Sufrimiento es opcional”, y es que en la mayoría de situaciones difíciles de la vida, aprender a asumir el dolor es precisamente lo que nos permite no sufrir más de la cuenta.

Por ello, lo que sí podemos, es elegir entre sentirnos víctimas de la circunstancia o aprender a sobrellevar los embates de la vida, y con ello, no nos referimos a enviarnos mensajes positivos, sino a aprender una de las cosas más complicadas y que forman parte del secreto de la felicidad;  aprender a estar mal o bien cuando toca estarlo. 

Y es que, según como afrontamos la cuestión, provocaremos diferentes reacciones en nosotros mismos y en nuestro entorno.

La posición de víctima es, desde luego, la más fácil y la que puede generar, en un primer momento, mayor beneficio. Teniendo en cuenta que estamos en unas fechas muy especiales, podemos poner un ejemplo:

Una persona que no haya tenido mucha suerte con su trabajo durante el año, podría asumir el rol de víctima y explicar a su familia que, como no ha tenido suerte ese año, no puede hacer unos regalos como ha hecho en otras ocasiones. Siguiendo en ese papel, seguiría lamentándose pidiendo disculpas por no poder afrontar las fiestas como se merecería la familia. Con eso podría conseguir que todos le escuchasen y que le consolaran con razonamientos varios para hacerlo sentir mejor. Ese primer beneficio sería el sentirse comprendido y querido, porque todos le apoyarían. Sin embargo, también pasaría que provocaría en su familia preocupación, inseguridad y tristeza; ¿Cómo serían las fiestas entonces? Porque, a la vez, la actitud de la familia ¿Le ayudaría a sentirse mejor? ¿O se sentiría peor?… Y la dinámica a peor, podría influenciarle en su actitud en el trabajo…. Y así, ¡Encadenándose en lo negativo!

 

Imaginemos a la misma persona con los mismos problemas enfrentándose a las fiestas de forma opuesta; podría explicar los hechos expresando que las celebraciones van a ser menos generosas, pero adecuando la explicación de manera que desdramatizase los hechos, gestionando desde el construir una situación que no tiene que ser irreal, pero sí ir hacia una salida más positiva. ¿Cuál sería la dinámica que se desarrollaría? ¿Cómo se sentiría esta persona si la respuesta de la familia es de apoyo y de confianza? ¿Qué imagen estaría dando a sus seres queridos, de control de la situación, o de descontrol? Y ¿Si se siente apoyado, de forma constructiva, sintiendo a la vez que confían en su criterio, le daría seguridad y confianza?

 

La actitud con la que nos enfrentamos a la buena, o mala suerte, cambia siempre las circunstancias. Asi mismo, si nos enfrentamos a nuestra buena suerte alardeando de ella, quizás obtengamos reacciones que nos disgusten también. Sobretodo si no tenemos en cuenta el estado emocional en el que se encuentra la persona con la que compartimos nuestra buena suerte.

Este cuento chino nos envía un mensaje claro: Mejor ponderar con calma, sin dejarnos llevar del todo por nuestras creencias sobre la mala o la buena suerte, porque a lo mejor no es tan mala…. Ni tan buena!

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