¿Eres una de esas personas incapaces de decir que no?. ¿Una de aquellas personas que se ve acompañando a un amigo a las 3h de la madrugada al aeropuerto, o que se ve colgando todos los cuadros de la casa de la amiga de la prima, o que se ve haciendo el trabajo del compañero de trabajo que se ha ido de fin de semana largo?

A menudo nunca decimos que NO, hasta que llega un día en que sale toda la rabia acumulada y decimos un NO enorme y de malas maneras, y entonces nos sentimos culpables y pensamos “¡Oh, pobre! ¡Me he pasado! ¡Si total, no me costaba nada!”. Y luego, llenos de remordimientos, volvemos a nuestra postura solícita a decir que SÍ a todo otra vez.

Hacer favores a los demás está muy bien, y, de hecho, las personas generosas suelen ser más felices. Pero ser generoso no significa anularse como persona. Primero, porque si queremos ser generosos y ayudar a los demás hay que saber cuidarse, y eso implica saber poner límites. Segundo, porque tenemos recursos limitados y tenemos que ser selectivos: habrá personas o situaciones en las que podamos ayudar, y otras que no. Tercero, porque si siempre decimos que sí, nos convertimos en una especie de “chollo” andante y atraeremos a gente poco escrupulosa que nos valorará sólo por lo que hacemos, no por quien somos. Y cuarto, porque es precisamente cuando sabemos poner límites cuando obtenemos el respeto de los demás.

Evitamos decir que no porque tenemos miedo de decepcionar, miedo de que no nos quieran o miedo de que se enfaden. Puede que eso suceda, y el caso es que por desagradable que sea, lo podemos soportar. Pero muchas veces sucede que no sólo la gente no se enfada ni se decepciona, sino que lo respeta y lo entiende perfectamente.

Para aprender a decir NO hay que hacerlo por fases:

Primero, hay que aprender a decir que no, aunque demos todas las justificaciones del mundo (“oh, me encantaría, pero no puedo porque bla, bla, bla”).

Después, hay que aprender a decir “lo siento, no puedo”, sin justificaciones.

Y, por último, hay que a prender a decir simple y llanamente “No”. No se trata de ser desconsiderado. De hecho, como hemos dicho, es muy sano pensar en los demás y en el bien colectivo. Pero lamentablemente hay personas y situaciones muy invasivas. Aquellas personas que no aceptan un no por respuesta, aquellas proposiciones abusivas, aquellas empresas que no respetan las horas de descanso… Es importante saber defendernos de ellas.

Hay que buscar ocasiones para practicar cada uno de los niveles, pasito a pasito, hasta vencer el miedo. Hay que pasar de un nivel al otro sólo cuando sentimos que ya somos capaces de gestionar las emociones en cada nivel, ya que, si pasamos de no decir nunca un NO a decir un NO rotundo de repente, pasará lo que hemos descrito en el inicio y no saldremos nunca de ese círculo vicioso.

Esperamos que te haya ayudado este artículo, y ya sabes: ¡a practicar!

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