En la sala de espera del pediatra siempre hay un área de juego con algunos juguetes. Hasta hace unos años los niños, en ese espacio lúdico de espera, a menudo para nuestra preocupación, se intercambiaban los virus mientras jugaban o peleaban, y se socializaban.

En los últimos años,  este rincón lúdico está en su mayoría  más vacío y abandonado. Los niños están más silenciosos; ya no pelean, todos se portan bien, están calmados y tranquilos porque utilizan el móvil de su papá o su mamá, sujetos al poder de las pantallas.  Muchos de ellos todavía no saben hablar, pero ya manejan con mucha capacidad las funciones del smartphone, lo que a menudo provoca el orgullo de sus padres,  quienes  interpretan esta habilidad como prueba de altas capacidades de sus hijos.

Hay una tendencia general a creer que la adicción  se refiere a los videojuegos,  los adolescentes y a otros adultos, y que no  concierne a los más pequeños; sin embargo  la cuestión es: ¿Cuándo estos niños  han empezado a jugar?¿ A qué edad? Si nosotros que somos adultos no podemos vivir sin nuestras mini pantallas , y hemos tenido contacto con ellas como mucho al final de la adolescencia, ¿Cómo estaríamos ,y cómo reaccionaría nuestro cerebro adulto de hoy, si hubiéramos empezado a desde niños a los 2 años de edad  tener contacto con el móvil de nuestros padres?  

 

El móvil, además de ser una fuente de comunicación básica para los padres, ha pasado a ser un potente recurso para mantener y promover  la calma y el manejo de conductas inapropiadas de los niños. 

 

Conductas que muchas veces nos dificultan la vida y que resultan mucho más fáciles de manejar y controlar con las pantallas. Evidentemente, estos últimos meses con el confinamiento y las vacaciones esta herramienta se ha potenciado debido al exceso de tiempo de ocio de los niños, y a la necesidad de los padres de poder teletrabajar sin interrupciones.

Cuando acudimos a un restaurante familiar y observamos bien a nuestro alrededor, podemos comprobar que en una mesa en la que hay  niños con sus padres todos tienen su maquinita: cada niño con la suya e incluso podemos ver, cada progenitor usando la propia.  

Es verdad que  después de una semana/día  muy estresante, o cuando queremos descansar y estar tranquilos un rato, o simplemente nos vemos en una situación donde hace falta un poco de calma y nos gustaría que los niños se porten bien, el móvil o la Tablet se pone en marcha. Sin embargo, como cualquier medicación, el uso de las maquinitas aunque eficaz, tiene contraindicaciones y efectos secundarios.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado por primera vez , en su reciente  Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) la adicción a los videojuegos, y  aconsejan a los padres que controlen su uso. 

Asimismo, en la clínica pediátrica  ya empezamos  a encontrarnos con niños entre 2, 3 y 4 años que no están desarrollando el lenguaje de manera adecuada, o que no se socializan  como corresponde a su edad madurativa, pudiendo ser erróneamente diagnosticados como  trastornos del desarrollo, por padecer los efectos secundarios de la adicción a las pantallas.

El sistema del cerebro que nos ayuda a reconocer todo aquello que es placentero implica a la dopamina . En un niño pequeño, por ejemplo, se disparará en cualquier momento de placer: jugando, con las cosquillas y caricias, cuando se ríe, baila, etc.

 No obstante, el nivel de dopamina puede igualmente subir cuando consumimos sustancias químicas, alcohol y tabaco. Se trata del mismo neurotransmisor que se dispara en dosis elevadas cuando miramos el móvil o la Tablet; el mismo que se dispara cuando jugamos a un videojuego.  Segregamos así un mayor nivel de dopamina y endorfinas, que provocan una importante sensación de placer y bienestar, generando  sensaciones que el cerebro busca repetir.

Ya es conocido y reconocido por parte de muchos desarrolladores  de apps,  juegos y plataformas virtuales, que los videojuegos, las redes sociales, y todo lo que engloba el mundo virtual está producido a propósito para provocarnos un subidón de dopamina (nuestro sistema de recompensa). La  consecuencia y el deseo de los fabricantes es que estemos cada vez más tiempo conectados, enganchados.  No es una feliz coincidencia que al pasar de pantalla ganemos puntos virtuales, o regalos virtuales, o mensajes divertidos; sucede lo mismo con el famoso LIKE o Dislike. 

Cuando un niño  prefiere el, móvil,  videogame a cualquier otra actividad, deja de lado la interacción social para jugar con la maquinita no siendo capaz de estar en un sitio público sin jugar con ella; cuando estando solo o acompañado con otros niños  pide por su móvil y no lo obtiene, si su respuesta es la de descontrolarse insistentemente y reaccionar de una manera muy diferente a cuando solicita otras actividades, significa que su cerebro tiene sed de endorfina: está “con el mono”.

  Cuando unos padres  se encuentran en esta situación, la única medida posible es ser capaz, como adulto, de dosificar estas interacciones, pues el niño no será capaz de controlar y manejar esta relación tan dependiente con las pantallas. La explicación es que el poder de la necesidad de endorfina es muy fuerte y no tendrá recursos personales para controlarse. Lo mismo sucede con un adolescente; esto es lo que explica que la frase “ cuando acabes de jugar empiezas a estudiar” o “te he dicho que juegues 30 min y ya han pasado 2 horas y sigues jugando” , no surtan ningún efecto. El límite debe ser asumido e impuesto por el adulto con coherencia y cumplimiento.

Pero, ¿ Y si mi hijo dice que se aburre y muchas veces no hay otros niños para jugar?

 

Sin darnos cuenta, con  la permisividad en el uso de pantallas, estamos reforzando el hábito y generando la necesidad de obtener placeres inmediatos,  cada vez más los niños tienen dificultades para gestionar y tolerar la frustración y el aburrimiento.

 

Es positivo que los niños se aburran, de esta manera usarán y estimularán su creatividad para inventar juegos. El aburrimiento ¿Perjudica el desarrollo emocional de los niños? 

Aburrirse es la oportunidad de  utilizar la creatividad para crear, para transformar objetos en juegos, para dibujar incluso.  Delante del aburrimiento solo hay una posibilidad: Buscar soluciones. 

Como padres tendremos que tener más tolerancia a aceptar que el niño se aburra y que busque un juego del mundo real; no hay nada mejor que los juegos del mundo real para un niño. 

Los padres son los que tienen que poner estos límites. Aceptar su propia frustración cuando su hijo protesta y rabia porque no tiene lo que pide,  aprender a tener tolerancia a que su hijo se frustre por algunos minutos.

Aburrirse es manejar la frustración, no es necesario estar todo el tiempo entretenido. Un ejemplo práctico: A los niños que están en edad de dibujar siempre se les puede llevar papel y lápiz para que dibujen, o un libro. 

Evidentemente es una tarea que resulta difícil como unas cuantas que tenemos en la educación de los niños ( hábitos de higiene, límites, hábitos de estudio…)

Para terminar,  te invito a preguntarte: 

¿Eres capaz de gestionar tu tiempo de navegación en Internet?

¿Cuánto rato consigues pasar sin mirar una pantalla?

¿Utilizas a menudo las pantallas para “desconectar” y tratar de relajarte?

¿Puedes pedir a tus hijas/os que gestionen correctamente su tiempo en internet  si tú no sabes hacerlo?

 

¡Antes de querer cambiar la rutina de tu hija/o, prueba a cambiar las tuyas, además de comprender  mejor a tus hijos,  serás un buen referente  y con más recursos para poner límites sanos, tanto a ti mismo como a tus hijos!

 

Esperamos que este artículo te haya ayudado.

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