Cioran decía que para los obsesionados no hay elección: la obsesión ya ha elegido por ellos, antes que ellos.

El ritual obsesivo viene generado por un miedo, para dejar de sentir el miedo pero lo trágico del caso es que lo que se origina como una defensa, termina por ser una condena. Efectivamente, termina por atormentar a la persona que lo sufre, ya que no puede dejarlo de hacer.

Nuestro día a día está lleno de acontecimientos positivos y negativos; unos los podemos controlar, pero muchos no dependen de nosotros: se escapan a nuestro control. 

Actualmente, la ansiedad está en nuestras vidas de una forma casi permanente. Nos levantamos pendientes de lo que tenemos que hacer durante el día, nos vemos obligados a tomar pequeñas y/o grandes decisiones constantemente, a solucionar problemas en casa y fuera de ella, a lograr objetivos autoimpuestos, o impuestos por los demás…..la lista es larga!

Debido a este ritmo de vida en el que nos vemos sumergidos – y prácticamente ahogados – no nos damos cuenta de que siempre atendemos a lo que nos preocupa, a lo que tememos que suceda, y no cabe en nuestro tiempo el disfrutar de la parte agradable de nuestras vidas, de nuestra cotidianidad. También tenemos dificultades en vivir el presente; frenar nuestra vorágine y sentir un buen momento, disfrutar un placer momentáneo : atender a lo positivo.

Un ejercicio magnífico respecto a esto último es el de auto-prescribirse un espacio de tiempo cada día de HACER NADA. Lo que en el lenguaje de la calle se llama “cazar moscas”, dejando pasar nuestros pensamientos, sin pararlos y dejándolos fluir, sin obligarnos a responderles.

Para defendernos de la ansiedad que sentimos en nuestro día a día utilizamos el control. Controlar todo lo que puedo para así estar preparado: siempre en estado de alerta!

A medida que sube el nivel de ansiedad y el estado de alerta, aumenta también la necesidad de control, hasta que se transforma en un control obsesivo que puede no tener límites; es entonces cuando el exceso de control nos lleva a generar rituales, manías, que nos van invadiendo hasta que perdemos el control: lo que había surgido como una defensa ante unos pensamientos negativos, ahora se convierte en una condena.

Pensamientos que invaden nuestra mente y que no es posible frenar porque son espontáneos- y lo que surge de forma espontánea es difícilmente controlable, rituales que se van complicando y que resulta imposible dejar de hacer porque ello implicaría sentirse fatal: repetir, repetir, repetir….. de forma obsesiva!

Pero es posible salir de este bucle. Cuando padecemos un ritual obsesivo compulsivo, una distracción puede sacarnos de la obsesión y del mismo ritual, si resulta prioritaria para nosotros. Además, existen técnicas y estrategias que ayudan y son muy efectivas; una pequeña muestra es el siguiente ejemplo:

Si necesitas limpiar obsesivamente tu casa, sin poder tolerar la mínima suciedad o el desorden, mejor comienzas a dejar una pequeña suciedad que puedas tolerar, o un pequeño desorden: si lo haces cada día, estás introduciendo un pequeño descontrol en tu vida que te ayudará a controlar mejor y a iniciar la salida de esa tortura.

Este es un ejemplo de intervención cuyo objetivo es dejar de controlar, pero sin descontrolar del todo. 

La persona de tendencia obsesiva necesita controlar, no puede dejar de hacerlo ya que es su manera habitual de funcionar. Sin embargo, el exceso de control hace que perdamos ese control; es el caso del hipocondríaco. Esta persona sufre porque teme enfermar, entonces escucha su cuerpo (controla) en el momento que recibe la mínima señal de que algo no está funcionando como debería. Al escuchar si su corazón late como debería, o si el zumbido que nota en los oídos, o el malestar en cualquier parte de su cuerpo se sale de la norma provoca, sin querer, que su cuerpo responda precisamente con las sensaciones que le preocupan y le asustan, aumentando incluso la intensidad.

Si te reconoces en algo de lo comentado arriba piensa que puedes superar tu obsesión y liberarte de la prisión en la que estás encerrado.

 

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