“Hay peregrinos de la eternidad, cuya nave va errante de acá para allá, y que nunca echarán el ancla”. Lord Byron

Dudar nos ayuda a saber. Sócrates dijo: “Sólo sé que no sé nada” para enviarnos el mensaje de que nunca hay suficientes preguntas para llegar al final, o al principio, del conocimiento. Nos cuestionamos para poder valorar y decidir lo mejor posible; sin embargo, para muchas personas, el cuestionarse significa entrar en una rueda de la que no es posible salir. La duda funcional nos ayuda a crecer y a avanzar; la duda patológica nos hace ir errantes, navegando con un rumbo que vamos perdiendo más y más, a medida de que permitimos que se desarrolle este tóxico diálogo interior. La duda patológica nos bloquea, frenando nuestro recorrido hasta hacernos creer que somos incapaces de resolver, decidir, o poner en marcha lo que pensamos. Cuando no nos frena nos obliga a aplazar nuestras decisiones, hasta que nos volvemos incapaces de decidir y entonces  delegamos la tarea en otra persona. Este hecho nos confirmará aún más nuestra incapacidad y afectará en mayor medida la autoestima.

Con sus dudas, Hamlet logra perder la confianza en todo el mundo, excepto en Horacio, con quien se confiesa y confía sus dudas. Llega a aislarse de todos, y asesina al padre de su novia con lo que que provoca el suicidio de ésta. Finalmente Hamlet no será rey y morirá en manos del que habría sido su cuñado. 

En la película de Hitchcock “La sombra de una duda”, un asesino encantador logra vivir en medio de la gente sin levantar sospechas, exceptuando a su sobrina, quien atará cabos y sospechará de él. Sin embargo, el amor que siente hacia ese tío guapo y encantador, le hará dudar de si denunciarlo, o no, e irá viviendo con angustia esa ambivalencia entre el confiar y el remordimiento de no denunciar.

La realidad no suele ser tan dramática, pero la duda está tan a menudo dentro del ser humano que existen numerosas obras tanto en la literatura como en el cine,  reflejando las consecuencias de esta duda patológica.

Como ejemplo, podemos contar la historia de un hombre que está viviendo en pareja, pero que constantemente necesita confirmarse a sí mismo que está realmente con la persona que desea estar. Se plantea si debe elegir entre la mujer con quien convive y otra  de la que cree que “posiblemente” podría estar enamorado.

La duda de si está con la mujer adecuada le persigue de tal manera que, sentimentalmente, sólo vive para descifrar esta cuestión. Este hecho no le permite disfrutar de la relación, ya que se siente culpable de mantener una relación que no sabe si es la correcta y, por lo tanto, si durará. Además de pensar que, a lo mejor, está implicando a la otra persona en una relación sin futuro. Para más confusión, se prohíbe contactar con la otra, ya que piensa que eso sería desleal. Sabemos en psicología que: Todo aquello que nos prohibimos, lo vamos a desear más. Claramente el prohibirse el contactar con la otra, hace que la desee más; pero tampoco está seguro de que esta otra sea la mujer de su vida…. Así es como la duda le bloquea y le impide vivir la relación de una forma espontánea y relajada.

Ante cualquier duda obsesiva que tenemos, solemos reaccionar de varias maneras:

  • Intentamos controlar la situación
  • Evitamos la situación
  • Nos defendemos rechazando al otro

La base de la duda suele ser el miedo. Este miedo toma diferentes formas:

  • Miedo a equivocarse
  • A no estar a la altura
  • A exponerse
  • A no tener el control o a perderlo
  • A no ser valorado por los demás

El hombre de nuestra historia intenta razonar consigo mismo para medir el nivel de enamoramiento que siente con cada una de las mujeres que le obsesionan. Este diálogo interior al que está sometido y que intenta para darse una respuesta segura que lo libere de su duda, paradójicamente lo hunde cada vez más dentro de su duda. ¿Podemos medir la intensidad de una emoción y saber a ciencia cierta si esa medida es la adecuada?

El hombre no va a ser capaz de responderse a esa cuestión, sin embargo él continúa insistiendo en hacerse las preguntas. Como no hallará la respuesta que pueda ayudarle, seguirá haciéndose preguntas y lo único que le pasará es que aumentarán sus dudas hasta que no aguante más esta tensión y adopte una de las tres soluciones arriba citadas:

  • Continuará igual, en la misma situación, intentando controlar su vida y la de la otra para seguir buscando respuestas.
  • Evitará tomar una decisión y dejará que la relación se deteriore hasta que la otra persona decida por él.
  • Decidirá rechazar a ambas mujeres para dejar de pensar, autoconvenciéndose de que no está enamorado.

Parafraseando a Buda: La búsqueda de Certidumbre genera Incertidumbre, cuando la duda nos invade.

El miedo y la duda juntos nos bloquean y anestesian otras emociones, por lo que transforman la realidad de lo que sentimos y nos genera mayor confusión.

La incapacidad de resolver nuestras dudas incide directamente en la autoestima transformándonos justamente en lo que intentamos evitar ser.

La duda de ser aceptados y valorados por los demás, puede llevarnos a distanciarnos justamente de los que deseamos que nos acepten. Esto nos conducirá seguramente a que el otro nos responda también respetando nuestra distancia, con lo que nuestra sospecha quedará confirmada.

Para superar la duda hay que romper ese diálogo interior tan tóxico. Sin embargo, no podemos controlar nuestros pensamientos frenándolos, ya que aparecen de manera espontánea; pero sí que podemos frenar y bloquear las respuestas a ese pensamiento, ya que esas sí que las construimos nosotros mismos. 

“Aplazar las decisiones nos hace perder la capacidad de decidir”. Koan japonés.

 

Esperamos que este artículo te haya ayudado.

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