Estos días en que debemos quedarnos en casa, aunque en muchos aspectos pueden ser muy complicados, más o menos, dependiendo del lugar donde vivamos, la suerte laboral con la que contemos, las circunstancias emocionales a las que nos tengamos que enfrentar, etc. En muchos hogares sucede también algo inaudito, y es que muchos padres están pasando más tiempo con sus niños del que probablemente hayan podido pasar nunca, por ello, en muchos casos estos días podrían ser incluso una oportunidad para fortalecer los vínculos familiares y ser más tolerantes y creativos, tanto los niños como los adultos. 

No va a ser sencillo permanecer tantos días de confinamiento con niños, sobretodo los que están con bebés, o nenes por debajo de los tres años de edad. Efectivamente, los menores en esta franja de edad necesitan sus rutinas en los hábitos que, además de la higiene, alimentación y sueño, incluye salidas a la calle a tomar el sol y respirar el aire. Los mayorcitos asimismo, necesitan correr, reptar y moverse explorando el entorno al aire libre, a poder ser interactuando con otros niños de su edad.

Cuando un niño percibe que sus rutinas no son las mismas de siempre, las echa de menos y manifiesta su disconformidad: se muestra más inquieto e irritable, se queja, llora con mayor o menor intensidad, y se pueden ver afectada su actitud frente a los demás hábitos, con lo cual podemos tener la “tormenta perfecta” para que se altere el funcionamiento del resto de los habitantes de la casa. Un bebé, o un niño en su primera infancia puede alterar mucho el funcionamiento del resto de la familia, ya que suele reaccionar enseguida a su frustración de forma insistente, generando sensación de impotencia a los cuidadores. En el caso de no resolver en un corto espacio de tiempo la situación, la cosa puede ir degenerando y alcanzando cotas bastante elevadas.

Pero es el adulto el que deberá gestionar de forma eficiente la situación, porque es la persona que tiene las herramientas para hacerlo.

¿Cómo hacer para que este confinamiento sea un dulce y no un amargo momento?

Si tenemos en cuenta que el niño depende absolutamente del adulto para su crecimiento físico y psíquico, como padres (cuidadores o tutores) poseemos una herramienta básica: nuestro propio estado de ánimo. Efectivamente, el niño refleja la conducta del adulto como si se tratase de un espejo; si el adulto reacciona a sus demandas de forma nerviosa y alterada, el niño va a reaccionar del mismo modo. Si el adulto mantiene la calma, controlando la situación, el niño se irá calmando también. Por lo que la primera recomendación es:

    • Seguir los horarios y hábitos saludables toda la familia. 
  • Ante las rabietas o las situaciones de demanda de atención:
    • Reaccionar de forma tranquila, aunque  estemos muy nerviosos y alterados por dentro.
    • Dirigirnos al niño en voz más baja, hablando lentamente, tocándolo, incluso abrazándolo, enviándole mensajes de tranquilidad y diciéndole cuánto lo queremos. Con esta actitud estaremos ayudando al niño a sintonizar con nuestra calma.
    • Verbalizarle además lo que le está pasando, porqué se siente mal y necesita nuestra atención; validar su emoción y poner palabras a lo que siente.
    • Utilizar maniobras que lo distraigan: objetos que aparecen y desaparecen, con diferentes texturas y sonidos; cambiar el foco de atención.

Si hay hermanos en casa, utilizarlos para organizar algún juego en el que deberemos implicar al pequeño, al menos como espectador!

Normalmente recomendamos evitar el uso de pantallas y tecnologías para los menores de diez años, sin embargo , teniendo en cuenta esta situación extraordinaria, podremos hacer un buen uso de ellas para que sean vínculo entre los niños y otros familiares o allegados que reconozcan muy bien y a quienes pueden echar de menos.

El niño mira el presente con ilusión e inocencia, aprovechar este momento presente con ellos en casa será la mejor manera de convertirlo en una oportunidad. 

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