¿Te cuesta olvidar las cosas del pasado?

¿Te sientes culpable de tener pensamientos negativos sobre alguien que ya no está? ¿Te sientes agradecido por algunos momentos que has vivido con una persona, sin embargo y a la vez, en ocasiones, le tienes mucha rabia por el sufrimiento que te ha provocado?

La ambigüedad es humana. A menudo las situaciones de la vida contienen simultáneamente situaciones negativas y sentimientos positivos asociados a las mismas personas con quienes has compartido la vida; esto suele ser difícil de gestionar porque puede provocarnos sentimientos de culpa. En efecto, muchas veces el perpetuador de nuestro sufrimiento también es el mismo que nos ha protegido, como nuestros padres, o personas con las cuales hemos compartido buenos momentos: pareja, amigos o familia.

Sucede algo parecido con el duelo. El duelo no necesariamente concierne a un procesamiento de las pérdidas que hemos sufrido de personas que amamos, sino que también se necesita hacer un duelo por ciertas situaciones vividas en nuestro pasado, de nuestra infancia, de posibles relaciones tóxicas, de emociones atrapadas y liberadas, de cosas que jamás dirías pero que llevas contigo y te acompañan en el presente desde el pasado.

 

¿Olvidar el pasado?

Cuántas veces nos proponemos olvidar una situación que hemos vivido desagradable, pero que acude a nuestras mentes recordándonos un error cometido y que vivimos exageradamente grave.

Tenemos incluso reacciones gestuales inconscientes ante este tipo de recuerdos que nos invaden, como el de agitar las manos delante de los ojos para alejar ese pensamiento de nuestras mentes. 

Pero querer olvidar no es tan fácil. Efectivamente: querer no pensar, ya es pensar. Intentamos olvidar simplemente rechazando los pensamientos que  agobian, que  provocan sensaciones desagradables y nos empujan a sobre-reaccionar, o a inhibir o reprimir emociones. Rechazar por las buenas está demostrado que no ayuda a olvidar, al contrario:

Nada graba tan fijamente alguna cosa a nuestra memoria como el deseo de olvidarla.

Michel Eyquem de Montaigne


Lucía lamentaba el otro día que, después de casi veinte años de separación de una pareja tóxica, se siente culpable de la decisión que había tomado en su día, aunque también afirma que fue una buena decisión. Comentaba que incluso en ese momento en el que estaba explicándomelo, sentía un nudo de angustia en el estómago. Todavía siente y valora en qué medida ha podido influir su decisión en sus hijos, cuando ellos se encuentran ante dificultades que deben resolver en sus vidas. Se siente culpable, afirma, y vive también su angustia; siente la obligación de intervenir y ayudarles a resolver con éxito esas situaciones: NO PUEDE OLVIDAR 


Elisa llega a la consulta y expone que tiene dificultades cuando sale, o se ve con el grupo de amigos con quienes comparte las vacaciones de verano. Antes no le pasaba. Ella se define como una persona sociable y segura de sí misma; sin embargo, esa seguridad ha desaparecido desde que hace un par de años, en una salida del grupo, bebió más de la cuenta y, descrito por ella, “hizo el numerito”. Además de desinhibirse bailando y diciendo lo que se le ocurrió, sin filtros, Elisa se acercó a uno de los hombres, provocando una situación bastante embarazosa. A partir de entonces, a pesar de que ella se disculpó en su día y todos la apoyaron y comprendieron, no es capaz de liberarse de esa sensación de ridículo: NO PUEDE OLVIDAR


Marcos llega y me explica que no es capaz de superar sus complejos. Si él razona fríamente, sabe que es una persona muy capaz y con cualidades personales que deberían ayudarle a triunfar y a ir tranquilo por la vida. Pero no es así. Marcos explica que vivió algún episodio de rechazo en el instituto que le hizo sufrir. No comprendía porqué no era aceptado por algún compañero de clase. Actualmente duda siempre de sí mismo. Su cabeza y sus emociones no van unidas para ayudarlo cuando tiene que afrontar entrevistas de trabajo; también le sucede cuando le gusta alguien y tiene que actuar para seducir: hay algo que se lo impide, se angustia: NO PUEDE OLVIDAR

“Es sano desatascar las cañerías de la memoria y terminar de hacer las paces con 

todo lo que quedó atrás”.

Maria Dueñas

Olvidar el pasado es…

Dejar de trasladar situaciones negativas del pasado al presente, ya que pertenecen al pasado y que ya no son válidas ahora. Situaciones que no son traumas graves vividos, pero que afectan de tal forma, que te desbordan a nivel emocional.

  1. Ha pasado mucho tiempo, pero continúan provocando reacciones, como si hubiesen sucedido hace poco. Te hace sentir lo mismo que entonces.
  2. Revives ese pasado en tu fantasía. Te angustia de nuevo.
  3. Puedes dejar de hacer cosas que te gustaría hacer por temor a que se repita una situación similar. Te limita.

Las causas que pueden provocar el malestar pueden ser varias y cubren áreas diferentes:

  • Relaciones que finalizan
  • Pérdida de un ser querido
  • Reputación social en entredicho
  • Situaciones dolorosas

Hay dos elementos que debemos tener en cuenta para lograr tener éxito y Olvidar:

  1. El pasado ya no existe. No importa si es bueno o malo. Al revivirlo, vives un mundo imaginario que ha pasado y generó una sensación en su día que entonces pudo ser funcional, pero que ahora ya no lo es. Ahora revivirlo perjudica, genera dolor y angustia. Lo que importa es lo que hacemos Ahora.                   
  2. Hay que sacar provecho de la situación que se vivió en el pasado. Es una experiencia molesta o dolorosa para el que la vivió. Hay que preguntarse qué es lo que sacamos de lo sucedido y cómo lo utilizamos.

Te propongo una estrategia que ayuda a dejar atrás esa experiencia dolorosa y a decantarla, para poder liberarte de la sensación negativa que desencadena el desbordarte emocionalmente y que, a la vez, ayuda a beneficiarte de lo que has aprendido:

Cada día a la misma hora busca un momento donde no habrá interrupciones y ponte a escribir una carta que NO enviarás. Escribe todo lo negativo que jamás has dicho, por miedo o pena, o por sentirte culpable. Escribir algo negativo es una oportunidad para sacar todo el rencor y la tristeza de tu interior.

Cada día vas añadiendo algo más:  «me libero de repetir esa historia, de todo lo que he sufrido; me libero de mi dolor por mi vida frustrada.  Papá recuerdo que…..me rompiste el corazón…yo quisiera…me libero de ser como tú…o de ser un padre como tú..me gustaría decirte…,quiero liberarme de  todo lo que no quiero para mí». Cada día escribir un poco e ir añadiendo un desahogo, hasta que no quede nada más que decir.

Una vez que hayas podido sacar todo lo negativo, todos los recuerdos, y que te sientas liberado, si quieres, puedes entonces escribir una carta de despedida agradeciendo y hablando de las cosas buenas.

Cuando sientas que no hay nada más que añadir negativo, escribes otra carta con lo positivo (si lo hay), en ocasiones puede no haber nada rescatable, eso no implica que debas quedarte tú aquello que otra persona te provocó. 

Al final de la carta declaras: “Me libero de todo el malestar que me has causado …” y de todo aquello que creas que necesites liberarte.

Cuando finalices destruye las cartas.

“Madurar es aprender a querer bonito, extrañar en silencio, recordar sin rencores y olvidar despacito”. Frida Kalho

 

Esperamos que este artículo te haya ayudado.

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